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Una de las principales barreras en los cursos en línea está relacionada con la tecnología, no todos los estudiantes tienen el mismo acceso a equipos o cuentan con una conexión estable, adicional a ello no poseen las mismas habilidades digitales. Es por ello  que los docentes deben ser flexibles y brindar instrucciones claras, ejemplos concretos y alternativas que se adapten a las posibilidades de cada estudiante, sin penalizar por limitaciones tecnológicas.

Aunque los laboratorios físicos han sido esenciales en la enseñanza presencial muchos de estos pueden adaptarse al formato virtual. Por ejemplo, los experimentos pueden grabarse en video y compartirse en plataformas accesibles para que los estudiantes los observen, reflexionen o incluso los repliquen. Esto implica rediseñar los objetivos del curso y preguntarse si el contacto físico con los materiales es indispensable o si basta con una experiencia visual y reflexiva.

En este tipo de cursos los estudiantes tienen más tiempo para pensar, planificar y participar a su ritmo. Esto debe aprovecharse como una ventaja pedagógica. Los instructores con ayuda de diseñadores instruccionales, pueden proponer actividades más creativas y significativas que inviten a los estudiantes a aplicar sus propias ideas. Para que un curso virtual sea exitoso se requiere tiempo, buena planificación y creatividad por parte del docente.

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